Ese día nocturnas panteras imaginarias,
fantasmas alargados e insulsos,
Invadieron el mundo.
No contentas decidieron ocupar,
A fuerza de dentelladas refulgentes,
Los satélites, y en seguida
Empezaron a matarse entre ellas.
Caen trozos heridos de los astros,
Una soledad poblada se desliza a nuestros corazones.
Cayó sangre manchada con furia de estrellas,
Lloviendo desafíos sobre una luna roja.
Estos días se han plagado de horizontes ladeados.
Mi existencia era coja -y así sigue siendo-
Mientras gritos humanos chorreaban de la tortura
Y de una agonía sin muerte.
Todo era una mancha orgullosa,
Pensar en el fuego universal y arder,
Arder infinitamente para siempre congelado;
Mi miedo fabricaba explosiones planetarias
Y mis brazos se partían clamando piedad
A la pajarera de plata lunar.
Al parecer mis plegarias rinden frutos lentos.
Tenías esa piedad escondida en una noche eclipsada
Y carcomida hasta los huesos sonámbulos por las nubes,
La disfrazabas de humo y manos ajenas para que nadie la viera,
Dejándome ciego
E intentando sacar tus propios ojos,
En lo profundo llorosa y solitaria.
Al fin has descorrido finamente el velo de tu danza,
Y tu cuerpo vuelve a adivinarse luminoso,
Desnudo de cielo.
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