jueves, abril 30, 2009

¿Qué me puedes regalar?

Respuesta al poema de Nicole Castro 
"¿Qué te puedo regalar?" 

Si ya me lo has entregado todo,
si yo no te he pedido nada.
si tus manos son mi cuerpo, 
y el estallido de tu pelo está
trenzado a mi cabeza;
si yo estoy detras 
y en el fondo de tus ojos;
si cuando tengo tus pies 
ya no tengo ganas de andar, 
porque no tengo ganas de irme.


Esta no es la versión ORIGINAL del poema, aunque los cambios son mínimos.

De todos modos es inalcanzable

Hasta hacerte poema,

O convertirte en algún objeto enigmático

Me olvidaré de Dios,

Su omnipotencia y bla bla bla...

Vislumbro sin lograr entender

Los oscuros mecanismos de los hombres.

Presiento la fe perdida

A bordo de tantísimos naufragios

En la inmensidad de la nada.

Beleza

Guardo los anuncios de anoréxicas                                                                                

Fumando boca arriba en la cama. 

Usurpando nuestras personalidades,

Las escondidas doncellas sabrosas, 

Palpitantes, 

Con una envoltura tentadora 

Desgarran los músculos de la soledad

Y visten de sus girones.

jueves, abril 16, 2009

Escape

Para consolarse del vértigo y la materia, el asesino soñó los esquivos perfiles de la palabra amor.

Fin de la Obra

A mi amigo Matías Marambio: Que este sea el fín de nuestro proyecto.

Hemos resuelto la rareza de las cosas a contraluz,
Envueltos en un aro luminoso.
He soñado y temido a serpientes

docieles a tus pálabras;
En respuesta he narrado los paisajes que has rehuido
y te emocionan ausencentemente.

Envuelto en un aplauso tibio,
Arrancado de las primeras filas
para inflamar toda la sala,
Pensaré en la ascención de la historía

y en ese actor invisible
que se quedó humildemente sentado.

Frustración Artística


Escribo mis desvergonzadas manos
Como un útero mineral.
Libre de lastres la embriaguez de la tristeza
Es una directora cariñosa
Y un hombre sin taras,
Se fija como objetivo el cielo inmaculado.
Carente de voluntad
Un instante fugaz moja con una lágrima colorida
Un tímido verso.
Mis esfuerzos son inútiles y estériles:
He olvidado el dibujo poético.

Discurso Culpable

Declaro ahora mismo mi inocencia

Reciclaje

Desenredo ausentes camaradas muertos
En los infiernos de la selva.
Leyendo sus pensamientos
Empapados de una extraña paz
Un violín lánguido mecido en el viento
Resucitó sus distorsionadas leyes.
Segundas oportunidades
Con risas de fuegos artificiales
Estridentes y luminosas, han rehuido
Los cuerpos al marcharse.
Entrecerrados retazos de memoria
Temen mi llamado;
Lacerantes gritos de pánico
Revolotean asaltando
El refugio gélido del recuerdo.

martes, abril 14, 2009

Una Historia de Gangsters

Adelante, puedes disparar. Yo moriré, es cierto, pero tú estarás condenado a cargar con la culpa. Ya no le temo a la muerte... La verdad es que ya no siento cosa alguna, pero sí hay algo que aún me pesa, y es el recuerdo del primero hombre que asesiné. ¡Vamos, dispara! ¡Comparte esa agonía conmigo!... yo no vacilaría si cambiáramos zapatos… ¿Qué es lo que te detiene?... ¡Ah! ¡Te he amedrentado!... es lógico: una persona sensible como tú comprendería inmediatamente de lo que hablaba. ¿Sabes como fue que le disparé por primera vez a alguien? Recién me había involucrado con el grupo de Tisdale. Me dijeron que, como era un novato en el negocio, me darían un trabajo fácil, un objetivo que no podría resistencia. Yo iba feliz. No sentía escrúpulos, ya que lo hacía por necesidad, y nadie puede criticarse lo que hace por necesidad. Cuando llegué me sentí una mierda ¡Era un niño! ¡Me obligaban a matar a un niño! Sentí que vomitaría, tenía ganas de salir corriendo, pero estaban los muchachos conmigo y ya no había marcha atrás. Cerré los ojos y apreté el gatillo. No me habría importado matar algún gañan, incluso podría haber sido una mujer adulta, pero el crío lloraba y suplicaba. A diferencia de un niño normal, entendió enseguida lo que pasaba y quienes éramos, lo que hacía todo más difícil. Podría jurar que el tiempo se detuvo. Creo haber tenido tiempo suficiente para escuchar claramente el percutor, luego la explosión dentro del cañón. De haberme apurado, quizás podría haber desviado el tiro, o interponerme en la trayectoria de la bala. Pero no lo hice. No lo hice, y finalmente esa bala acabo con el crío… y conmigo.

Tal ves no sea un niño como el de mi historia, pero tú tampoco tienes la determinación que yo tengo. Yo puedo cargar con mi cruz ¿pero tú podrás? Dispara y averigüémoslo. Líbrame del crío que me atormenta y me coreé el alma, transfiere su maldición a tus manos. No temo, no estoy preocupado. No tiene sentido preocuparse por lo inexorable. Ese es el problema de las cosas demasiado importantes: no vale la pena dedicarles tiempo ¡Qué esperas! Tu mujer debe estar esperándote en casa. Ve y dile, cuando te sirva un plato de sopa, que no puedes comer porque has asesinado un hombre en algún lugar perdido.

Dentro del galpón cuatro del muelle, se escuchó un sonido atronador. Nadie le prestó mucha atención; los que no sabían que pasaba, pensaron que fue el descuido de algún funcionario que apiló mal los containers. Los que tenían noción de la fatídica escena, sabían que eso era cuestión de todos los días.

El cuerpo de Carter yace en el piso, aún caliente. Una serpiente roja escapa de su sien, como si fuera su alma desparramándose y volviendo a la tierra, o como si ese hilo de sangre fuera el verdadero asesino, liberándose de su presión craneana.

Un hombre, de pie, contempla el cuerpo. Su cara está pálida y parece no tener expresión alguna. Derepente, como si despertara de un sueño, aparta la vista del cadáver e introduce la mano en el bolsillo derecho de su cazadora. Coge un telefono movil, marca un teléfono con calma y prestancia y espera. Cuando al fin le contestan solo dice:

“Dile a Tisdale que está hecho".

jueves, abril 09, 2009

Chispa Perdida

Le era inevitable mirar con envidia a todos esos simplones que habían logrado domesticar a los que alguna vez pensó fueron de su especie. ¿Qué tenían ellos que no tuviera él? ¿Bastaba acaso una cara bonita? ¿Bastaba acaso tener todos los gestos estudiados al punto de realmente parecer inteligente? ¿Por qué su especie se conformaba con esa inteligencia falsa, con esa belleza estereotípica y no preferían su inteligencia profunda y analítica y su belleza particular?

Nada, absolutamente nada tan repulsivo como ver a los indomables, domados por gañanes.

“Seguramente me equivoco. Alguno… ¡uno al menos! ¡Uno tiene que ser realmente inteligente, realmente hermoso!... Soy yo el que no sabe juzgar bien.” Se decía para buscar consuelo.

Sabía que solo intentaba autoconvencerse.

Tenía que resignarse a la idea de que esos seres utópicos con los que soñaba, se reunían, finalmente, con lo de su especie original. ¿Había sido embaucado? ¿Había sucumbido acaso a una pareja no natural? ¿El pecaba de lo mismo que recriminaba a sus ángeles, sin que estos lo fueran realmente?... y frente a ese panorama de desolación se preguntaba ¿Sería él objeto de secretas obsesiones como las que el padecía por sus salvajes? ¿Acaso era una sutil manifestación de envidia lo que sentía? ¿O acaso de despecho, por considerarse superior?

Pocas cosas le parecían tan tristes como la escena que se recreaba ante sus ojos. Verlo le daba náuseas, y al pensar en todos los casos que conocía, sentía una necesidad imperiosa de intervenir. Definitivamente el espectáculo más patético es una persona salvaje dominada: aquella con don de fluir, encapsulada en los brazos de un limítrofe.
La vida no es justa, eso lo tenía claro, pero sí apelaba a la existencia de un balance.

Sentado, sin estar oculto pero sin llamar la atención. Manuel permanece quieto pero todo su ser está al asecho, como un felino gigante, como la noche de invierno... Una risa corta el aire rápidamente, se escucha el suave ritmo de un andar pausado y una fatídica cabeza se apoya en un hombro despreocupado. ¡Furia! ¡Eso era lo que sentía! Coraje frente al derroche de potencial y vida, frente a la ceguera de quién debería ver mejor que nadie, y lo dejaba sólo… observando.

Infancia Revelada

¿Cuál es la necesidad de tener un esplendoroso recuerdo de la niñez? Crecí guardándome de hacer lo que todos hacen. No olvidaría mi niñez. No sucumbiría a borrarla a fin de teñir los recuerdos con brocha bucólica.

Yo sé cómo soy porque recuerdo el día del secreto. Ese día que todos quieren olvidar, pero yo decidí que lo guardaría conmigo. Era mi deber con mi secreto, era mi deber con mi propia esencia.

La amnesia a la que todos se han entregado los ha hecho olvidarse incluso de que han olvidado. Lo sé porque he preguntado en las calles:

“¿Cuál es tu secreto?”

Todos han huido, me han correteado. Me han mirado como un loco.

Pero yo sé que todos lo tienen, incluso aunque no lo sepan. Todos guardan el momento oscuro en que algo les fue revelado, y por ende, fueron condenados a abandonar sus recuerdos para alivianar la carga, y esconder en un gaveta perdido eso que los cambió para siempre.