miércoles, febrero 28, 2007

Mr tambourine man

martes, febrero 27, 2007

Africa

[Para Nicole, a quien tanto Africa como España esperan]


Los afiches hicieron que la gente se agolpara en los consultorios médicos repartidos por la sabana. Era un curioso espectáculo; decenas de personas de todas las edades y tribus de la región miraban horrorizadas el cartel que les advertía que se cuidaran de una bestia terrible, como si no bastara tener que lidiar con todos los animales salvajes del continente africano, ni con las inclemencias climáticas y geográficas de la zona.





Los niños, negros y con los dientes como perlas, miraban espantados el letrero donde se les informaba la presencia de un insecto gigante que, aparte de ser un mosquito colosal, era capaz de causar una enfermedad mortal. Los ancianos, que más que al insecto temían al olvido y a la soledad tan propia del continente, incrementaban el miedo de la gente, asegurando que existían ejemplares aún más grandes que el mosquito que salía en la pancarta de dos metros con una foto enorme, para que la gente que no supiera leer se informara acerca del dengue, y, los mentirosos más osados, aseguraban haber cazado esos monstruos chupa sangre, haber comido su carne por más de tres días y fabricado ropas ya perdidas en el desierto con sus alas.






Golpe de suerte.

Quizás esté aferrándome
A un barco que se hunde,
A una muerte súbita,
Jugando a la ruleta rusa;
Quizás esté intentando beber agua de mar,
Evangelizando al desierto indomable
O arrojarme sin cuerdas a la nada.

Puede que me haya vuelto casado de especies extintas,
Que me esté jugando todo a malas cartas,
Deje mi suerte en un pantano
O persiga bastiones armado solo con una vara.

Pero también puede que ese barco sea un golpe de suerte,
Que la muerte nunca canse mi cuerpo,
Que esa pistola solo sea un juguete cruel;
Tal ve el mar se hace dulce a tu paso,
El desierto me escuche y me entregue un oasis
O mes agarres como pájaro al vuelo.

Puede que encuentre un animal nuevo,
O gane el juego usando las cartas que tengo escondidas bajo la manga;
Que mi suerte seque pantanos
Y que todos tus soldados se rindan frente a este muchacho
Que viene montado en un caballo de ajedrez
Armado solo con una vara,
Que usa para escribir en tu cuerpo de papel.

Cuídate

Nos despedimos como cualquier otro día, solo que sabíamos que esa vez no era como cualquier otro día. Ella tomó su cartera y yo me puse mi impermeable. Llovía, como tiene que llover en todas las despedidas.
Ahora estoy aquí, amarrado. Esta gente que habla un idioma extraño me hace entender que van a matarme… al fin entiendo por qué me dijo “cuídate”


Siempre me ha llamado la atención que la gente se diga eso. Está bien, yo sé que se hace como un gesto de cariño y/o preocupación, pero a veces, dependiendo de la persona, me resulta muy amenazante. Por que no simplemente decir “suerte” “nos vemos” “que estés bien”…esos son buenos deseos, no como el “cuídate” por que, mal que mal, uno tiene que cuidarse de las cosas malas ¿o no? Yaaa… estoy puro hablando tonteras.
Saludos a todos.

Te lo agradesco


Sin ti no habría podido pagar las cuentas, no sabes cuanto te lo agradezco; con los dientes que me sacaste en nuestro último encuentro, el ratoncito me dejó plata suficiente como para que no me cortaran la luz, el agua ni el gas.

Mujer

Burbuja de sol paciente,
Peldaño de eternidad
¿De qué color quieres

que sean mis ojos?

En tu navegación a tientas,
Vas en mareas lunares,

marejadas de entrega;
Intercalando sueños en el cielo
Con tus manos llenitas de encantos.

Eres la constelación del naufrago,
Brillar cerca de ti es apagarse para cualquier estrella.
Cómplice de la luna,
En su brillo está tu reflejo;
Vano paso sin tu presencia,
Por que eres tú y solo tú eres
El final del recorrido en el cansancio de mis huesos.

Espiral marino,
Olvida mis equinoccios trasnochados;
Te nombro acaecer del segundo,
En un mundo desperdigado,
Que no se haya sin tu reflejo.

Preguntas


Así como el tuyo
¿Cada nombre es avalancha?

Y ¿quién ordena
El estallido de tu pelo?

¿De qué color es el cuerpo
Que escondes tras tus ojos?

¿Desde cuando eres puerto
Para ésta estampida de palabras?

¿De qué lugar tomaste
Todo lo que me diste?


¿Por qué eres sonido
En una noche serena
Y silencio
En una noche cualquiera?

¿Por qué abriga y no moja
La lluvia de tus ojos?

¿Por qué tu piel
Quema mis caricias,
Y tu silencio
Se hace dueño de mis palabras?

lunes, febrero 26, 2007

Envuelta

Si tuviera que envolverte en papel de regalo
Sin dudar lo haría con el más transparente que encontrara,
Y quedarías expuesta,
A mis ojos infantiles de cumpleaños.

Muñequitas Rusas


En la vieja Rusia vivía un fabricante de muñecas. Las hacía de madera, las pintaba de colores y les ponía grandes ojos y caras sonrientes. Un poco picaras, un poco gruesas, un poco alegres.
El fabricante acudía la iglesia todos los domingos. Luego iba al bosque para buscar madera. La quería fuerte y vieja. Madera de las raíces de árboles centenarios. A veces, buscaba durante horas sin encontrar nada.
Un día frío de invierno el maestro encontró un trozo estupendo de madera. Era pesado, seco y muy viejo.


“¡Oh! –Pensó-, de aquí tallaré mi mejor muñeca.” Abrazó la madera como si fuera un bebé y la colocó sobre el trineo. Luego, se deslizó por la gruesa nieve hasta su casa.

Aquella noche el maestro talló una muñeca realmente hermosa. Era tan bella que no quiso venderla.
La puso en la mesita de noche, junto a la cama, y por las mañanas le preguntaba:
“Bueno, querida muñeca Matrioska, ¿cómo te va?”. Le había puesto Matrioska por que se parecía a su madrecita.
Los niños del pueblo pronto conocieron a la muñeca. Con las narices pegadas a la ventana, admiraban a la hermosa muñeca. Aquello hacía reír al maestro, que estaba casi siempre en su mesa de trabajo. Se fijaba en sus curiosos rostros y pintaba las caras en muñecas hechas con gran talento.
Al final, las muñecas eran iguales que los niños del pueblo, y los niños del pueblo, iguales a las muñecas.

Así pasó mucho tiempo. Todas las mañanas el maestro preguntaba:
“Bueno, querida muñeca Matrioska, ¿cómo te va?” y la muñeca sonreía en silencio.
Pero una mañana la muñeca contestó:
“No muy bien –dijo en voz baja-. ¡Me gustaría tener un bebé!” El maestro se quedé con la boca abierta. Contempló la muñeca, pero ésta no dijo nada más.
“Ayer bebí demasiado vodka” Pensó. Y corrió a la cocina a hacerse un café. En todo el día no se atrevió a decir nada más. De vez en cuando, echaba una mirada a la muñeca y se preguntaba:
“¿De verdad puede hablar?” pero tenía miedo de preguntarle.

Al día siguiente, el maestro había olvidado todo. Cuando se levantó, le preguntó otra vez:
“Bueno, querida muñeca Matrioska, ¿cómo te va?”
“Mal –Contestó la muñeca-. Estoy muy sola. Ya te lo dije ayer: quiero tener un bebé.”
El maestro se sentó muy derecho en su cama e inspiró hondo. No quedaba ninguna duda. La muñeca de madera podía hablar. Para estar más seguro se peñiscó la nariz tres veces. No estaba soñando, sino muy despierto. Entonces, tomó todo el valor que tenía y preguntó:
“¿qué has dicho?”
“Quiero tener un bebé –repitió la muñeca, y suspiró profundamente-.¡Estoy tan sola…!”
¿qué debía hacer el maestro? Nunca había tallado un bebé para una muñeca.
“Bueno –dijo tras pensarlo brevemente-. Lo intentaré.”
“¡Gracias!” - Dijo la muñeca. “De nada” –Respondió el maestro. “Me gustaría una niña.” “tendrás una niña.”

El maestro fue al almacén. Allí encontró un trozo de madera. Era la misma madera con la que había tallado a Matrioska. Lo llevó a su taller y comenzó a trabajar.Por la tarde la pequeña muñeca estaba acabada. Era igual que Matrioska, como si fueran madre e hija.
El maestro enseñó la muñeca a Matrioska y le preguntó:
“Qué, ¿te gusta tu bebé? Tú te llamas Matrioska; a tu hija le pondré Trioska. Le he quitado a tu nombre la primera sílaba, por que tu hija es más pequeña que tú”
“¡Oh! –Se alegró Matrioska-. La encuentro preciosa -. Y le dio un beso”
“¿Ya estás contenta?"
“Sí, maestro, pero mi hija tiene que estar en mi barriga.”
“¿Cómo?"
“Mi hija tiene que estar en mi barriga.”
“pe…pe…pero no… pero no puede ser” Tartamudeo el maestro.
“¿por qué no? Es mi hija.”
“bien –dijo el maestro-. Pero te dolerá.”
“No importa –contestó la muñeca-. Siempre duele un poco ser mamá de verdad.”
El maestro no sabía que hacer. Finalmente cogió su sierra y cortó a Matrioska en dos pedazos, la vacío totalmente y luego, metió a Trioska y volvió a enrollar a Matrioska.
“¿Cómo te sientes ahora? – Preguntó el maestro.”
“¡Oh, soy muy feliz!” –Dijo Matrioska-. Tengo a mi hija en la barriga – y se río con gusto.”
A la mañana siguiente el maestro volvió a preguntar:
“Bueno, querida muñeca Matrioska, ¿cómo te va?”
“¡Ay! –Contestó Matrioska-. Yo soy muy feliz. Pero mi niña se ha movido durante toda la noche. Quizás necesite algo.”
“vamos a ver”-dijo el maestro. Desenroscó a Matrioska y cogió a su hija Trioska. La miró por todos lados y dijo:
“¡Mmmm! Todo está en orden. Tiene manos, pies, ojos, orejas. Tiene una nariz, y una boca. Tiene de todo ¡y muy bien hecho! No sé que podría faltarle.”
“Me falta un bebé” –dijo de repente la pequeña muñeca con una voz finita. Al maestro solo le faltaba aquello.
“¿Qué dices?”
“Me falta un bebé. Un bebé pequeñito”
“¡No!”
“¡Sí!”
El maestro no podía creerlo.
“No puede ser” –dijo.
Y se pellizcó tres veces la nariz, solo para comprobar que no dormía.
“De verdad quiero tener un bebé.” -volvió a decir Trioska.
“pero… pero... pe… peeeroooo… -tartamudeó el maestro-. ¡Qué va a decir tu madre!
“Se alegrará – Contestó Trioska-. Será la abuela de mi hijo. Le contará cuentos… Por favor, por favor, tállame un bebé. Uno pequeñito. ¡Por favor, Por favor!”
¿Qué debía hacer el pobre maestro? Nunca hasta entonces había tallado un bebé para el bebé de una muñeca. Pero la pequeña Trioska insistía tanto, que al final dijo:
“bueno, si tanto lo deseas. ¿Quieres un niño o una niña?”
“Una niña”
El maestro volvió al almacén. Allí encontró un trozo de madera aún más pequeño. Era un resto de la misma madera con la que había hecho a Matrioska y a Trioska. Lo cogió y empezó a trabajar. Por la tarde, la nueva muñeca estaba hecha.
Era igual a Matrioska y su hija Trioska. Se veia que eran de la misma familia.
“¡Te llamaras Oska!- dijo el maestro-. Casi como tu madre. Solo que he quitado la primera sílaba, por que tú eres aún más pequeña.- y después mirando a Trioska- ¿ya estás contenta?”
“Sí – Contestó Trioska radiante-, pero la niña tienen que estar en mi barriga.”
“No –Balbuceó el maestro-. ¡Eso sí que no!”
“¡Sí”
“Te dolerá.”
“no importa. Es mi hija –dijo la muñeca-. Siempre duele un poco ser mamá de verdad.”
El maestro suspiró y cogió su sierra. Cortó a Trioska en dos y la vació. Luego, metió a Oska adentro y volvió a enroscar a Trioska. Después, metió a Tioska en Matrioska y la enroscó. Luego preguntó:
“¿Estáis todas contentas?”
“Sí” –contestó Matrioska.
“¡Síii!” –Se oyó la voz de Trioska a través de la barriga de su madre.
“¡No! ¡No! ¡No!- Sonó la voz de Oska a través de la barriga de Trioska-. Yo también quiero tener un bebé ¿por qué yo no puedo tener un bebé en mi barriga?”
“¡No puede ser!”- fue lo único que pudo contestar el maestro.
“¿Por qué no? ¿Por qué no? ¡Yo también quiero tener un bebé!”
¿Qué debía hacer el pobre fabricante de muñecas? Jamás hasta entonces había tallado un bebé para el bebé del bebé de una muñeca.
“No importa a quién se lo cuente –pensó-, nadie me creerá”
Pero Oska insistió tanto que no le quedó más remedio que convertir su deseo en realidad. Entre suspiros, desenroscó a todas las muñecas. Luego, hizo un bebé muy, muy pequeño, como un dedal. Era igual a su madre Oska, como su abuela Trioska y como su bisabuela Matrioska.
Pero el maestro tomó un pincel y le pintó un enorme bigote.
“Eres el hijo de Oska –Le dijo sonriendo-. Y como aún quedan otras dos letras, te llamaras Ka. Eres un hombre. No podrás tener ningún bebé en tu barriga. ¿Entendido?”
“¡Síii! –Chilló el muñeco con placer-. Soy un hombre”
“Exacto. Por eso llevas bigote”
“Exacto”
“Mirate en el espejo para que veas tu bigote y después no vallas gritando que quieres un bebé.”
El maestro cogió al pequeño Ka y lo mantuvo durante un rato frente al espejo. Luego, vació la barriga de Oska y metió a su hijo Ka dentro, introdujo a Oska en Trioska, y a Trioska en Matrioska. Después, enroscó a Matrioska y rió contento. Desde entonces es que la familia de muñecos vive feliz.