jueves, abril 09, 2009

Chispa Perdida

Le era inevitable mirar con envidia a todos esos simplones que habían logrado domesticar a los que alguna vez pensó fueron de su especie. ¿Qué tenían ellos que no tuviera él? ¿Bastaba acaso una cara bonita? ¿Bastaba acaso tener todos los gestos estudiados al punto de realmente parecer inteligente? ¿Por qué su especie se conformaba con esa inteligencia falsa, con esa belleza estereotípica y no preferían su inteligencia profunda y analítica y su belleza particular?

Nada, absolutamente nada tan repulsivo como ver a los indomables, domados por gañanes.

“Seguramente me equivoco. Alguno… ¡uno al menos! ¡Uno tiene que ser realmente inteligente, realmente hermoso!... Soy yo el que no sabe juzgar bien.” Se decía para buscar consuelo.

Sabía que solo intentaba autoconvencerse.

Tenía que resignarse a la idea de que esos seres utópicos con los que soñaba, se reunían, finalmente, con lo de su especie original. ¿Había sido embaucado? ¿Había sucumbido acaso a una pareja no natural? ¿El pecaba de lo mismo que recriminaba a sus ángeles, sin que estos lo fueran realmente?... y frente a ese panorama de desolación se preguntaba ¿Sería él objeto de secretas obsesiones como las que el padecía por sus salvajes? ¿Acaso era una sutil manifestación de envidia lo que sentía? ¿O acaso de despecho, por considerarse superior?

Pocas cosas le parecían tan tristes como la escena que se recreaba ante sus ojos. Verlo le daba náuseas, y al pensar en todos los casos que conocía, sentía una necesidad imperiosa de intervenir. Definitivamente el espectáculo más patético es una persona salvaje dominada: aquella con don de fluir, encapsulada en los brazos de un limítrofe.
La vida no es justa, eso lo tenía claro, pero sí apelaba a la existencia de un balance.

Sentado, sin estar oculto pero sin llamar la atención. Manuel permanece quieto pero todo su ser está al asecho, como un felino gigante, como la noche de invierno... Una risa corta el aire rápidamente, se escucha el suave ritmo de un andar pausado y una fatídica cabeza se apoya en un hombro despreocupado. ¡Furia! ¡Eso era lo que sentía! Coraje frente al derroche de potencial y vida, frente a la ceguera de quién debería ver mejor que nadie, y lo dejaba sólo… observando.

1 de los sospechosos de siempre:

Boina Descalza dijo...

Manuel se aburría probablemente, has creado a un compañero de tretas para evitar aburrirse