lunes, diciembre 10, 2007

La Caravana

Santiago se derrite con los últimos calores del verano. En el parque Cerro Blanco, se detuvo hace un par de días, supuestamente por un corto periodo, la caravana multicolor de su eterno peregrinaje. No hay árboles y el sol es implacable. Bajo una carpa, algunas mujeres cortan sandía mientras los hombres recogen cenizas y fierros quemados.

La noche anterior hubo un incendio: La carpa situada en la mitad del campamento, donde guardaban parte de su equipaje se quemó en un par de horas. Asustados de que entre las llamas estuviese Carito, una niña de once años, la más joven del grupo, nadie atinó a sacar del fuego los tambores que usaban en sus ceremonias o la máquina de cocer con la que remiendan ropa y hacen cortinas. Sin embargo la niña había corrido a buscar a los bomberos, que llegaron cuando ya no había nada que rescatar del fuego.

En medio de los escombros se pasea taciturno el mexicano. "El coyote" como le dicen, tiene 59 años y hace nueve que está viajando por Latinoamérica. Piensa que está muy viejo como para rearmar todo lo que perdió por el incendio, pero también piensa que está aún más viejo como para volver a su antiguo estilo de vida. Partió con quince compatriotas, ahora el único que queda en ruta es él; los últimos tripulantes originales se bajaron más al norte hace varios meses, pero el coyote aún mira sobre su hombro en forma recurrente.

Así como sucedió el incendio, ha ocurrido más de un imprevisto durante la travesía. Hace 4 años uno de los buses se desbarrancó en Nazca, Perú, y aunque todos salieron ilesos, la micro quedó hecha chatarra, lo que los obligo a estacionarse nueve meses en Iquique mientras recaudaban fondos para comprar una nueva micro que bautizaron "Wipala".

Pero en fin, volviendo a nuestra historia, El coyote recogía cosas de los escombros cuando por fin encontró lo que buscaba: toma cuidadosamente un libro chamuscado que dice "Hay tantos caminos" y siente ganas de llorar. Es su bitácora de viaje, y aunque ahora está completamente ajada y maltratada por el fuego, es para él un tesoro de inconmensurable valor. Ahora que la tiene en sus manos piensa más calmado: "perdimos la mitad de nuestros instrumentos de trabajo, pero estamos todos bien y eso es lo importante. Lo que se fue, volverá. Ahora viajaremos más livianos". Quizás por esa manera de pensar del coyote es que todos lo consideran el líder de la caravana. Después de eso pega un chiflido y todos levantan la cabeza. Es hora de subirse, sin llorar más de la cuenta, a la querida Wipala y partir quién sabe donde.

0 de los sospechosos de siempre: